17 de mayo, Día Mundial del Reciclaje
Recogida selectiva, recuperación, reciclaje, valorización, eliminación de residuos... son conceptos que pueden confundirse. Incluso el mantra de la sostenibilidad -reducir, reutilizar y reciclar- no es acertado del todo. En realidad, son procesos distintos y complementarios para gestionar los residuos.
La jerarquía de la gestión de los residuos se presenta en forma de embudo o pirámide invertida porque cada franja es más prioritaria que la siguiente. Prevención de residuos > Preparación para la reutilización > Reciclaje > Valorización > Eliminación.
Al igual que un plan de salud, lo más importante es la prevención –evitar generar el problema–, seguido de poner facilidades al tratamiento. También en el ámbito de los residuos, la prevención y la preparación son una responsabilidad compartida que tiene la ciudadanía.
Ver embudo de prevención de residuos
La forma de consumir es generalmente lineal: se adquiere un producto, se utiliza y rechaza. Lo que marca la diferencia son las decisiones conscientes que tomamos para que la adquisición sea más sostenible. Por ejemplo, cuando se opta por un producto reutilizable, o de segunda mano; hecho con materiales más ecológicos o que sean fáciles de reparar, valorizar, reciclar. Esta es la lógica de la economía circular, que propicia el alargar la vida útil de los materiales a través de su aprovechamiento ilimitado, sea mediante procesos industriales o no.
¿Qué es el reciclaje?
Un proceso industrial a través del cual se recuperan los materiales para utilizarlos de nuevo. Como toda acción, los tratamientos de reciclaje tienen un impacto ambiental, pero suele ser mucho menor que el que produce la fabricación de nuevos productos y, además, se ahorra la extracción de nuevas materias primas. Por ejemplo, se estima que una tonelada de papel reciclado evita la tala de entre 12 y 17 árboles, reduce el consumo de unos 30.000 litros de agua y 150 combustibles fósiles; consume un 71% menos de electricidad que en la fabricación de nuevo papel y, además, reduce un 74% de la contaminación del aire. Propiciar y utilizar el papel reciclado supone una reducción considerable de la huella de carbono.
Cuando mencionamos que en casa reciclamos papel, estamos diciendo que ponemos en práctica el proceso de deshacer el papel, prensarlo, secarlo y utilizarlo. De la misma manera que reciclar la fracción orgánica significa hacer compostaje casero. Por tanto, la mayor parte de las veces lo que queremos decir es que hacemos recogida selectiva; separamos los residuos por fracciones y los depositamos en el contenedor correspondiente (descubre dónde va cada desperdicio en la web Residu on vas).